¿Puede un asesino ser un individuo integrado en la sociedad? ¿Puede cumplir incluso una función regeneradora, dando caza y muerte a otros asesinos? Esa y otras preguntas se planteaba una serie que, al igual que otras de su época, fue muy audaz
VALÈNCIA. Cuando Toni Soprano sentó un precedente en la televisión —decir que es posible simpatizar con un personaje que es un auténtico monstruo—, Walter White, otra máquina de maldad, aún no había llegado a la pantalla con su factoría de metanfetamina. Entre la desaparición del primero y la irrupción del segundo se coló Dexter Morgan, un forense especializado en analizar manchas de sangre para el departamento de policía de Miami. Es un tipo aparentemente corriente que hace su trabajo con pulcritud, pero que alberga un secreto: en sus ratos libres es un asesino en serie. Lo que lo distingue de otros sanguinarios criminales es que él solamente mata a individuos que no son inocentes. Sus víctimas suelen ser asesinos o sociópatas. Fue su padrastro quien, al descubrir sus tendencias homicidas, le enseñó a canalizar la llamada del «pasajero oscuro», que es como Dexter se refiere a la voz que, cada tanto, lo empuja a matar.
Showtime obtuvo su primer éxito televisivo con esta serie, que se estrenó en 2006 y se prolongó durante ocho temporadas. Al igual que Los Soprano, Dexter reveló la otra cara del mal, una con la que el espectador podía empatizar. En la serie, Dexter trabaja con su hermana adoptiva, la agente Debra Morgan (Jennifer Carpenter), que, a medida que las casualidades se van acumulando, termina sospechando que quizá su hermano adoptivo no sea tan angelical como parece. Lo cierto es que mantener una trama tan delicada —un asesino rodeado de policías— no resultó fácil, y a partir de la cuarta temporada, la serie empezó a perder verosimilitud. Para entonces, Dexter ya era un antihéroe que había calado en los corazones de millones de seguidores. En su día a día, el forense de doble vida tenía que lidiar con las sospechas de la capitana María Laguerta o el detective Ángel Batista, a la vez que persigue a contrincantes como el Asesino de la Trinidad, un psicópata que retará a Dexter a un duelo mortal. Fue precisamente John Lithgow, el actor que dio vida a este personaje, quien destacó las similitudes entre Dexter y Tony Soprano: tipos con una ética deplorable, pero con una ética, al fin y al cabo.
Michael C Hall fue el elegido para interpretar a Dexter Morgan. Inicialmente, el actor se negó, porque venía de protagonizar otra serie, A dos metros bajo tierra, y la idea de verse comprometido con otro proyecto a largo plazo no le seducía. En aquella serie encarnó al trabajador de una funeraria, así que lo último que le apetecía era estar rodeado otra vez por cadáveres. Acabó aceptando el papel y en los rodajes conoció a Jennifer Carpenter y ambos acabaron enamorados y casados, aunque el matrimonio solamente duró dos años. La relación de ambos en la ficción también trascendió al amor fraternal. El amor que Debra siente por su hermano la empuja a convertirse en su encubridora. Ese era uno de los puntos fascinantes de la serie, que mientras unos personajes hacían estrictamente lo correcto, otros se perdían en la línea que separa al bien del mal. Así y todo, Dexter también llegó a tener una relación estable con Rita Bennett (Julie Benz), que originalmente se presentó a la audición del personaje de Debra.
Lo mejor de Dexter tuvo lugar en las cuatro primeras temporadas. La magia empezó a esfumarse cuando la guionista Melissa Rosenberg, artífice del atractivo de las historias, fue contratada para escribir Crepúsculo. Su marcha afectó al devenir de la serie, aunque también era evidente que una situación como la de su protagonista, cada vez más cercado por sus propios compañeros, no podía sostenerse eternamente. Nadie se animó a matar a la serie del asesino en serio. En las dos últimas temporadas, Dexter se enamora de otra asesina en serie, Hannah (Yvonne Strashovski), que acabará huyendo a Argentina con Harrison, el hijo de Dexter. Él va tras ellos, pero un huracán le sorprende durante un trayecto en alta mar. Las autoridades lo dan por muerto, pero, en realidad, sigue vivo, con otra identidad, lejos de Miami. Showtime prohibió terminantemente a los guionistas que mataran a Dexter. Pasara lo que pasara, tenía que seguir vivo cuando el último capítulo acabara. Los fans no perdonarían lo contrario.
La historia nació de una ficción. Los primeros capítulos se inspiraron en la novela Darkly Dreaming Dexter, de Jeff Lindsay, publicada en 2004, que su autor promocionó con la frase «ser un asesino en serie no siempre ha de ser malo». Eso debieron entender algunos de los seguidores de la serie. Es el caso de un adolescente de Indiana llamado Andrew Conley que, en 2009, estranguló a su hermano de diez años porque «se sentía como Dexter» o de Mark Twitchell, que se hizo pasar por un miembro del equipo que producía una película sobre Dexter, quedó con un hombre y lo mató. La historia de la cultura pop ha demostrado que el mal se deja deslumbrar con mucha facilidad cuando lo que busca es revelarse.
Diez años después, Dexter volvió a la pantalla. Dexter: New Blood giraba en torno a la búsqueda de su hijo Harry, ya adolescente, al cual termina encontrando. Ahora, dos años más tarde, se confirma su regreso con Dexter: Original Sin, una precuela que lleva a 1991, unos quince años antes del arranque de la serie original.
Duración: Ocho temporadas emitidas entre el 1 de octubre de 2006 y el 22 de septiembre de 2013. En España, Fox Crime la emitió y estrenó el último episodio casi a la vez que Estados Unidos.
Premios: Entre otros, en 2010, Michael C Hall y John Lithgow se llevaron el Globo de Oro al mejor actor y mejor actor de reparto, respectivamente.
La curiosidad: La mayoría de los exteriores fueron grabados en Miami; los interiores, en California.
¿Cómo verla?: En Netflix y Sky Showtime.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 117 (julio 2024) de la revista Plaza
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