La irrupción de esta nueva vía de comercio y sus bondades (trazabilidad y transparencia) ha cambiado la forma de ver los negocios y todo aquello que es susceptible de intercambiarse
VALÈNCIA. El blockchain podría poner el mundo que hoy conocemos patas arriba. Su fuerza radica en la descentralización; es decir, en la capacidad de acabar con todos los intermediarios, tanto físicos como jurídicos, que a día de hoy intervienen en cualquier negocio.
«Mientras que la mayor parte de las tecnologías de las que se habla ahora, como la inteligencia artificial, el IoT, la realidad virtual…, sirven para introducir mejoras en los procesos, la productividad o la eficiencia, el poder del blockchain es totalmente transformador. Es una tecnología tan disruptiva que podría implicar un cambio de paradigma en toda la economía». La afirmación corresponde a Sergio Velasco, CTO de Exponentia y especialista en blockchain.
La imagen más recurrente para explicar el impacto de esta tecnología es la de un libro contable digital compartido por millones de ordenadores que se reparten por todo el mundo. La consecuencia primera es que cualquier anotación que se haga en dicho libro resulta inalterable, dado que haría falta el consenso de esos millones de poseedores. La segunda es el papel de ‘notario’ que podrían ejercer sus propietarios dando fe de todas las transacciones que se van añadiendo a la estructura de datos sin necesidad de que lo haga un tercero.
La inmutabilidad y la desintermediación son, pues, los dos grandes valores del blockchain, algo que sus defensores relacionan también con la trazabilidad y la transparencia.
Como dice Velasco, «el blockchain es solo una estructura de datos. Lo importante aquí son los casos de uso y su fuerza para transformar la economía». La primera aplicación se produjo en el mundo financiero, que expertos como Alberto Gómez Toribio sitúan como el origen de todo: «El blockchain nació en 2008 con el propósito de crear dinero digital. Punto. La capacidad del blockchain para cambiar el mundo, para descentralizar, para garantizar la trazabilidad de la cadena de valor o para abaratar y democratizar servicios, vino después».
Así sigue siendo. En el fondo, lo que subyace en toda la filosofía blockchain podría compararse con una ‘economía de guerrilla’ pues, de lo contrario, cómo se entiende saltarse el poder de los bancos y disponer de tu dinero en el momento y cantidad que quieras sin pagar apenas comisiones; o que un artista cree una obra digital y gane miles o millones de euros de una tacada sin necesidad de recurrir a un marchante, galerista, experto tasador o cualquier otro intermediario. O construir un edificio sin tener un euro gracias a la aportación de cientos de propietarios inversores.
En el recuerdo quedan frases como las pronunciadas en su momento por Alex Sicart, uno de los primeros y más jóvenes desarrolladores de la blockchain en nuestro país, cuando hablaba de «criptoanarquismo» y decía que las personas que se movían en este entorno eran «bastante austeras e idealistas». Hoy hablar de blockchain es hacerlo de nuevos modelos de negocio, de dinero y de propiedades, aunque estas cambien de mano, apliquen sus propias reglas y los intermediarios, si los hay, se conformen con menos.
Principalmente, dos cosas han sido fundamentales para el desarrollo de esta economía digital: el token y los smart contracts (contratos inteligentes). El primero sería la unidad de valor o la divisa creada y consensuada por una comunidad para operar dentro de ella y el segundo, el smart contracts será el documento en el que se recogen las propias reglas de juego que se establecen para la gobernanza de esa comunidad. Es decir, un contrato de toda la vida, pero en digital y compartido.
En cuanto a los token, se dividen en dos grandes grupos: fungibles (FT) y no fungibles (NFT). Los primeros pueden sustituirse por otros. Serían, por ejemplo, el bitcoin que puedes intercambiar por otras criptodivisas o usar para comprarte un Maserati.
La diferencia de los fungibles con los no fungibles es que estos se consideran únicos e insustituibles, de la misma manera que una Gioconda no puede sustituir a un Guernica porque, aunque cuesten lo mismo, no tienen nada que ver. En torno a esta exclusividad, surge toda la economía de los no fungibles (NFT).
Lo primero que hay que aclarar es que un NFT es un token cualquiera. Es decir, una unidad de valor que se le asigna a un bien único e indivisible. Como en todos los mercados, el precio de ese bien lo determina la demanda y lo que la gente está dispuesta a pagar por él.
Alex Granados, Head de la primera comunidad de NFT en español y autor del libro NFT: qué son, para qué sirven y cómo van a cambiarlo todo, compara un NFT «con un CD y un ticket unidos en una sola cosa. Un CD porque permite lanzar archivos de cualquier tipo (un pdf, una imagen en jpg, un disco, una película...). Y un ticket porque luego se genera una matrícula única de ese bien que certifica la blockchain».
El ejemplo que pone Granados para visualizar mejor el sentido de crear NFT es el de la entrada a un concierto de música o a un partido de fútbol. «Lo habitual en el mundo físico es que esas entradas acaben en la basura. Sin embargo, si la tokenizas la puedes guardar en tu wallet o monedero electrónico para siempre. Esto resulta interesante para el mundo del coleccionismo. Pero como también los NFT se crean a través de un contrato inteligente, se puede programar para evitar el mercado de reventa o, si la consientes, que tú, como propietario de la entrada original, puedas cobrar una comisión. La trazabilidad del blockchain evitaría también la emisión y venta de entradas falsificadas».
El mundo del arte fue el primero que desató la euforia por los NFT. En marzo de 2021, saltó la noticia de que la casa de subastas Christie’s había vendido el archivo en formato jpg del artista Beeple (Mike Winkelmann) Everydays - The First 5000 Days por más de 69 millones de dólares.
Pero también se habló poco después del pago de 2,9 millones de dólares que el iraní Sina Estavi abonó por un NFT basado en un tuit de Jack Dorsey, fundador de Twitter. Meses después, Estavi intentó la reventa en una subasta al precio de cincuenta millones de dólares y lo más que se ofertó fueron 280 dólares.
Fiascos como este no han frenado el imparable avance de la tokenización. Ahora ya se tokenizan inmuebles, empresas, películas, discos y hasta la tierra entera, como es el caso del proyecto de Decentraland, la plataforma de realidad virtual que ha dividido el planeta en 90.601 parcelas o NFT y que pueden adquirirse por medio de la criptomoneda MANA. A este frenesí, algunos lo llaman Fomo (fear of missing out o miedo a perderse algo), pero otros hablan de una economía muy real.
Ángel Luis Quesada, CEO de Onyze, una empresa de custodia de activos digitales de nueva generación, sostiene que «la tokenización tiene mucho sentido». Y lo dice explicando que «la tokenización te permite, sobre todo, hacer fiables los mercados secundarios o el de futuros y hacer líquido lo que, a día de hoy, no lo es». Para ello cita como ejemplo la solución de Nash 21, la cual permite a los propietarios de una vivienda cobrar la renta anual del inquilino de una sola vez en lugar de hacerlo mensualmente.
Quesada también relaciona la tokenización con la evolución del crowdfunding: «Ahora hay muchos proyectos de venta de casas tokenizadas. En lugar de pagar cien mil euros para construir una casa, lanzo mil tokens y se paga entre todos los que quieran adquirirlos y compartir la propiedad del proyecto. Es una forma de democratizar el mercado de la inversión, para lo bueno y para lo malo».
Otra oportunidad que trae el desarrollo del blockchain es la aparición de nuevos modelos de negocio. Según Sergio Velasco, quien prefiere hablar de smart contract y de cripto antes que de blockchain, entiende que aquellos que cuentan con más posibilidades de éxito son los que se establecen como Organizaciones Empresariales Descentralizadas (DAO) que se constituyen para desarrollar y gestionar un proyecto con visos de disolverse una vez alcanzado el objetivo.
Un ejemplo de DAO es el proyecto cripto de Maricoin, el token creado para la comunidad LGTBIQ+ con el propósito de poner a disposición del colectivo una moneda propia que les ayude a fortalecer su economía y apoyar la causa en todo el mundo. Conforme a la hoja de ruta marcada, la DAO de Maricoin pasará a disolverse en 2024.
En cualquier caso, lo cierto es que siempre que se habla de las nuevas oportunidades de negocio con la tokenización es todo tan novedoso que resulta casi imposible no recordar la frase de Warren Buffett: «Únicamente cuando la marea baja, descubres quién ha estado nadando desnudo».
* Lea el artículo íntegramente en el número 93 (julio 2022) de la revista Plaza